domingo, 10 de febrero de 2008

Graceland

Yo la verdad no conocía mucho de la vida del Elvis Presley hasta que llegué a vivir en el pueblito de Senatobia, Mississippi en la década de los 70s. Senatobia es un pequeño y olvidado lugar cuyo mayor virtud es estar a solo 20 minutos de Memphis, Tennessee por la autopista interestatal Número 55 (Interstate 55). El propósito de mi estadía en Senatobia era la de aprender a hablar inglés en el Northwest Mississippi Community College, un instituto técnico universitario que educa a la población campesina en áreas principalmente agrícolas. La vida del pueblo es la universidad. Allí llegué internado a aprender el idioma y a conocer a los Estados Unidos y a su gente.

La universidad está sobre la carretera número 51 (Highway 51) que es una vía paralela a la autopista que lleva a Memphis, pero que pasa por los pueblos de Coldwater, Hernando y finalmente entrando a Memphis la carretera se convierte en el Elvis Presley Boulevard que es la calle que pasa frente a Graceland, la famosa casa del cantante. En el college aprendí el inglés pero decidí quedarme un tiempo mas allí para poder tomar otros exámenes necesarios para entrar en el sistema de educación superior de Estados Unidos como el TOEFL y el SAT, entre otros. En total estuve en Senatobia desde que tenía 17 hasta los 19 años. Los compañeros de estudios eran muy amables conmigo y siempre me invitaban a salir a Memphis para conocer la ciudad. Visitábamos los centros comerciales, la tienda Goldsmith, el parque de atracciones Libertyland y siempre de ida o de regreso pasábamos por Graceland.

Para ese tiempo Elvis había fallecido hacía solo poco más de un año y Graceland no era el museo en el que Priscilla, la ex esposa de Elvis la transformó; Graceland era todavía la casa de Elvis y allí vivía su padre. Siempre que íba a Graceland con mis compañeros, estacionábamos el carro justo al frente de la casa donde ya existía un pequeño conjunto de tiendas con recuerdos y productos relacionados con Elvis. Desde afuera, Graceland se veía inmensa. Más de una manzana es toda la propiedad, varias hectáreas que enmarcan a una granja en medio de la ciudad. Una pared rodea toda la propiedad y las puertas de la entrada son unas rejas con símbolos musicales. La casa se ve desde la calle porque está en una colina bajo unos árboles muy frondosos. Lo malo es que no dejan entrar a nadie porque era una casa privada, pero la gente se agolpaba frente a la reja a tener una mejor vista de la casa. De vez en cuando se veía gente caminando por allí, otras veces que dejaban la puerta del garaje abierta se lograba ver un pedacito de algunos de los famosos carros del cantante. Le gente caminaba de una punta de la acera a la otra tocando los ladrillos de la pared perimetral. Siempre que veníamos a Graceland hacíamos lo mismo que todo el mundo y caminábamos de un lado al otro conociendo allí a mucha gente que venía desde lejos solo a dar vueltas sobe la acera frente a la famosa casa del fallecido ídolo del rock y el americano mas famoso que tenía a la mano.

La misma gente de las tiendas del frente nos había dicho que muy de vez en cuando el vigilante de la casa abría la reja y dejaba pasar a un grupo de gente y le permitían caminar por algunas áreas de la granja. De allí en adelante comenzamos a buscar nuestro día de suerte. La verdad la caza no duró mucho. El día llegó y la pista fue que cuando llegamos, estaba el vigilante en la acera hablando con solo 5 personas que habían llegado, cosa muy extraña. Nos unimos al pequeño grupito y comenzamos a hablar con el vigilante quien me preguntó si venía de lejos y yo al mostrarle el pasaporte le dije que venía de Venezuela. El vigilante regresó a la garita, hizo una llamada y se dio el milagro: nos dejaron entrar a todos que estábamos en la acera, unas 9 personas en total. Subimos por la vereda serpenteante hasta la casa. Lo primero que me llamó la atención fue lo pequeña que era realmente la casa. Ya había visto casas mucho más grandes en Memphis. La pequeña piscina al lado de ésta las tumbas de Elvis, su hermano gemelo y su madre. Estando viendo las tumbas, vi que se abrió una cortina de una ventana del segundo piso de la casa principal y vi a un hombre asomarse. Al rato el mismo hombre salió de la casa. No había nadie junto a mi en la parte de las tumbas. El resto de mis amigos estaba viendo los carros en el garaje, los establos o caminando por otro lado. El señor era muy mayor, muy flaco, alto y con el pelo pintado y muy bien peinado. El señor vino directo a mi y se presentó como Vernon el papá de Elvis. Conversamos un buen rato, de su hijo, de la casa, de Venezuela. Como a los 15 minutos cuando mis amigos y el resto de la gente se dio cuenta de que el que hablaba conmigo era el padre de Elvis, la gente comenzó a hacer un círculo alrededor nuestro. Casi inmediatamente el señor se despidió, nos invitó a seguir conociendo la propiedad, pero regresó a la casa. No mucho tiempo después me enteré de la muerte de Vernon.
Marcos Sánchez Urquiola

viernes, 8 de febrero de 2008

La herencia que recibí.

Estando estudiando en la Universidad del Sur de la Florida (University of South Florida) en Tampa, una vez el cheque que me había enviado mi papá desde Venezuela para pagar el semestre se atrasó en el correo y tuve que ir a las oficinas administrativas de la universidad para que me dieran un permiso especial y me dejaran matricular para la fecha tope. Allí me dieron un plazo de 2 semanas mas para que cumpliera con el compromiso económico. Ya había hablado con papá y él ya me había dicho que el cheque lo había enviado por correo certificado e inclusive me dio el número de certificado. Con ese número llamé al Servicio de Correos de los Estados Unidos (US Postal Service), pero ellos sencillamente me decían que la carta ni siquiera había llegado a los Estados Unidos, lo cual no me ayudaba mucho pero era mucho mejor en comparación a lo que me decían en el correo de Venezuela (Ipostel) cuando llamaba: "eso no es por aquí", "la persona que se encarga de eso no vino hoy", "ese es un problema del correo de Estados Unidos", etc. Así se me pasaron las dos semanas y luego otra semana más. A partir de la 3ra. semana, ya la presión era mucha porque no tan solo la universidad estaba detrás de mi, ya era también el apartamento, la electricidad y la comida. Allí comencé a comportarme como el coronel Aureliano Buendía y la calle donde vivía, Americana Lane en Lutz, se convirtió durante varios días en un rió y el jeep del cartero en una canoa.

Las amenazas de los empleados de la universidad fueron escalando hasta que, para ganar tiempo, pensé en utilizar algo de la viveza criolla: pedí hablar con la persona a cargo del departamento de administración de la universidad y si eso resultaba, entonces echar una lloradita. No me dieron el nombre de la persona sino su cargo y un número de oficina. Gracias a Dios, la persona era tan importante que tenía que hacer cita y no me podría recibir por dos días. Volví a mi casa en Lutz en bongó por el río y allí esperé; lastima que no hay gallos de pelea en Estados Unidos. Esos dos días pasaron como dos horas. En menos de lo que canta el ausente gallo, ya estaba en la sala de espera del director administrativo de la universidad. No había nadie más en la sala de espera y allí me hicieron esperar una hora entera, lo que para mi fue como una semana. Debe ser que no ha llegado o que esta muy ocupado pensé durante la semana que estuve allí sentado. Al fin me dijo la secretaria que podía pasar, entre en la oficina donde había un hombre solo en una oficina inmensa. El tipo me recibió fríamente, las buenas tardes y me mostró la silla donde sentarme y nada mas. Su apariencia era extraña, era un hombre blanco, cuarentón, de pelo negro y pestañas muy pobladas, flaco, bajo de estatura y hablaba el inglés con un acento norteño como de Michigan o algo así. ART A COSTA decía en el cartelito.

Una vez que estuve ya sentado, comencé a hacer uso de la una de las mejores lloronas que me ha tocado interpretar en mi vida y en inglés para mas ñapa. El cheque, el correo de Venezuela, yo solito por allá, sin comer, a punto de que me cortaran la luz y todo lo demás. Seguro de mi actuación terminé la presentación esperando que el gringo se parara a aplaudir, se sacara unos billetes del bolsillo y me los prestara o por lo menos que me diera 2 semanas más, terminé mi presentación y esperé su respuesta. El tipo se mantuvo frió e inerte en su escritorio y comenzó por decirme en su molestoso inglés del norte que lo que yo estaba haciendo era muy deshonesto y que esa no era la forma en que el sistema americano funcionaba, que los venezolanos pensábamos que haciendo uso de nuestras "costumbres del tercer mundo" podríamos seguir engañándonos a nosotros mismos pensando que engañábamos a los gringos. El tipo terminó su discursito diciéndome que no me daría sino 24 horas para traerle el cheque o tendría que abandonar la universidad inmediatamente y que le notificaría a inmigración para que me deportaran y me ordenó salir de su oficina. Yo la verdad no le dije nada, me trague mi arrechera e indignación de que no me hubiese comprado mi tan preparada llorona y que me hubiese hablado tan mal de mi país. Que si los venezolanos somos esto o aquello. ¡Que riñones tiene este gringo del carrizo! Me fui directamente a la oficina principal del correo de Tampa en el aeropuerto y recé por todo el camino que la carta estuviese allí y si alguno de ustedes piensa que Dios no existe, pues se equivocan porque hay un Dios en el cielo y la carta llegó. ¡El cheque! Tomé el sobre y me fui de vuelta derechito a la oficina del gringo, esta vez pensando todo el camino de regreso en mi venganza, en redimir a mi pueblo, a mi gente y a nuestro divino derecho a utilizar la llorona. Ese gringo del carrizo me tendría que oír ahora.

Una vez en su oficina, pasé por un lado de su secretaria y abrí la puerta y pa' dentro. "Aquí esta mi cheque, aquí están sus reales y como usted ve, la carta duró mas de mes y medio en el camino. Ahora quiero que se arrepienta de todo lo que dijo de los venezolanos y que me pida disculpas porque no voy a tolerar que usted nos trate a los venezolanos como a usted le de la gana." El tipo me sorprendió aún mas cuando me dijo que él hablaba de los venezolanos como a él de daba la gana y que nosotros los venezolanos éramos todos mentirosos, deshonestos, corruptos y otras cosas que no recuerdo ahora porque la sangre me hirvió tanto que allí le comencé a gritar y a preguntarle con que derecho me decía él esas cosas de los venezolanos a lo cual el tipo me grito en un castellano muy caraqueño: "porque yo soy venezolano y yo se como son las vainas, ño guevón" y lo dijo manoteando y todo. A mí la mandíbula me pegó en el piso y en mi mudez volví a mirar el cartelito sobre su escritorio: ART A COSTA. ¿Costa? - Ese apellido no es venezolano - Acosta pendejo ¿tampoco sabes leer? ¿Arturo Acosta entonces? No pana, Arístides. Arístides Acosta, de Caracas. Menos mal que conseguiste los reales, ya tenía tus papeles listos para botarte p'al coño. - Que bolas, sí; coño el tipo es venezolano de verdad - pensé. Bueno, dijo el tipo; olvidemos la vaina y bueno, te invito a que vayas a mi casa y conozcas a mi esposa y a mis hijos y nos comamos una parrillita; me dió la dirección, su teléfono y me dijo que me esperaba el sábado y de nuevo me sacó de su oficina.

Yo salí de esa oficina con la cabeza dando vueltas, ¿todo me salio bien o todo me salió al revés, cómo es la vaina? ¿Yo vacié al tipo o el tipo me vació a mí? Bueno, el sábado ¡parrillita! no puede ser tan mala la vaina. Bueno, cobré mi cheque, pagué el alquiler, la luz, compré comida para dos meses y pagué la universidad en efectivo y espere con ansiedad el sábado y la parrillita. Llegó el sábado y llamé al tipo y me dio la dirección y la vía a tomar para ir a su casa. Llegué allí con mi esposa. Una granja preciosa de 10 hectáreas en las afueras de Tampa, también el Lutz cerca de mi casa. Me recibió con mucho cariño, me presentó a Susan su esposa una catira ojos azules como de 40 años que hablaba el castellano con un acento caraqueño mezclado con gringo, pero me causo curiosidad que Arístides le dijo a su esposa, "este es el tipo que estábamos esperando conocer, este es el tipo" ???? También me presentó a su hija Susan, otra catira bellísima como de 20 años con una pinta de gringa que no la brinca un venado pero con un castellano netamente caraqueño sin acento gringo igual que él. Por último me presentó a su hijo, un hombre igualito a él y con el mismo nombre, pero mas gordo; de unos 23 años; éste si tenia pinta de venezolano, pero machucaba el castellano con mucho acento gringo. Luego de las presentaciones Arístides y yo nos fuimos solos a hablar mientras me mostraba su propiedad y Susan madre y Susan hija mostraban a mi esposa por otro lado. Art me contó que el trato que recibí en la universidad fue porque los venezolanos debemos sacarnos el diablo que nos persigue y que no nos deja cumplir con nuestro verdadero "propósito". La tarde se convirtió en noche y aunque la parrilla estuvo muy buena, la visita fue un poco extraña. Art y yo hablamos solos, aparte mientras su esposa e hija hablaron por horas con mi esposa. La conversación con Art fue monotemática. Lo único que habló conmigo ese día fue de como "arreglar" el problema venezolano, de su gente, de la "viveza criolla", de la corrupción la gente, del subdesarrollo, del sistema político y demás cosas. A mi la verdad me pareció un poco extraña la conversa, pero viniendo de una persona que trabaja en una universidad, de un venezolano que vive lejos de Venezuela, de una familia tan rara que la mujer se ve que es gringa, pero que habla castellano, bueno, como que lo entendí, pero como que había algo raro allí.

Esa semana siguiente me dediqué a cazar a Art en la universidad para ver si podíamos almorzar juntos en la universidad. Por fin lo encontré y le invité a almorzar en el comedor de la universidad. Allí él me explicó lo que quería saber. Resulta que Arístides era caraqueño y que su familia era tachirense. Uno de sus padres era primo hermano de Marcos Pérez Jiménez y estuvieron muy ligados al gobierno y al presidente. Cuando Arístides estaba estudiando segundo año de bachillerato, sus padres lo enviaron a estudiar a Michigan, allí conoció a Susan, su compañera de estudios, se enamoró y se casó al muy poco tiempo por el embarazo de Susan mientras todavía no terminaban el bachillerato. Tuvieron al muchachito, otro mayor que nunca conocí, en Michigan. Terminaron el bachillerato y comenzaron ambos en la universidad y enseguida la segunda barriga del muchacho que conocí y que nació en Michigan también. Se graduaron de la universidad y por un lado recibieron el diploma y por el otro la tercera y última barriga y el regreso a Venezuela. Una vez aquí nació Susan hija en Caracas donde habían conseguido trabajo con las petroleras americanas. En Venezuela vivieron varios años para luego regresar, esta vez a Tampa. Terminamos el almuerzo y Arístides me invitó a su casa para el sábado siguiente, pero me pidió que fuera a las 8:00 am en punto. Me dijo que estaría necesitando mi ayuda para construir un "gazebo".

Ese sábado llegamos mi esposa y yo a la hora en punto, pero Susan madre e hija se llevaron a mi esposa otra vez y nos dejaron a Arístides y a mi solos con lo de la construcción del gazebo. Durante la construcción hablamos más de Venezuela, de sus gobiernos y gobernantes. Él me contó de Pérez Jiménez y de como su familia trabajaba con él. Me contó de la Orchila, de las mujeres y lo de la motoneta Vespa que usaba el dictador para montarla desnudo e ir detrás de las mujeres que desnudas también corrían por la isla. Toda la conversación esta vez fue vista desde el punto de vista de la "ética" y de como todos los problemas del venezolano son en realidad problemas de ética y que a su vez la ética es un pecado del alma porque la ausencia de ética es la ausencia de Dios y que por ende el fondo del problema del venezolano es la falta de Dios en el país y en su gente. Extraño, pero la conversa fue muy política, pero muy espiritual. Al mediodía Susan madre nos llamó a almorzar y en la mesa me preguntó en castellano mi nombre completo. -Marcos José Sánchez Urquiola-, le dije. ¿Urquiola? ese apellido no es común. -No, no es común. Es vasco y es larense.- ¿Tienes familia en Caracas? -Si, dos tíos, ambos hermanos de mi madre.- Uno es director del liceo Luis Razetti, y la otra esta casada con un militar y vive en El Marqués.- ¿Cómo se llama el militar? -Valmore Rodríguez Barrera, General del Ejército.- Ah, si, yo los conozco. Tus primos Samuel y Mario estudiaron con mis hijos en el colegio San Agustín. ¿Cómo está María, y Valmore? ¿Qué están haciendo los muchachos?, etc. Terminamos el almuerzo y pegamos otra vez con lo de la construcción del gazebo.

Coño, que pequeño es el mundo decía yo mientras oía a Arístides apurándome a terminar la construcción antes de las 4 de la tarde y hablando esta vez de Dios, de Biblia y que se yo. Por allá recuerdo que me preguntó ¿Por qué te casaste vale? Esa no fue una buena idea. ¿Vienes a Estados Unidos a estudiar y te casas? Ese no era tu propósito. ¿Cómo es posible que esta familia tan rara, tan extraña, de tan lejos conozca a mi familia, a mi tía, su esposo y a mis primos? ¿Y que le pasa a este tipo? yo le estoy ayudando, pana, pero no es para que me esté apurando. ¿Será que se le volvió a soltar el tornillo? ¿Y que es eso de opinar en mi matrimonio? otra vaina mas. Bueno, para las 4 o 5 de la tarde ya había yo terminado el gazebo (un modelo igualito al de la foto) porque el tipo no hizo ningún trabajo físico, solo me decía ház esto y ház aquello y en cuanto puse el banquito para sentarse la gente, el tipo me dijo, bueno, recoge tus cosas y te me vas que quiero estar solo con mi esposa y así sin mas ni mas me sacó casi que a empujones de la casa. No se en que momento Arístides se cambió de ropa, pero lo último que ví cuando estábamos saliendo de la granja fue a él y a Susan sentados en el gazebo abrazados y ni voltearon a vernos salir.
A la semana siguiente el tipo no contestó mis llamadas y no me llamó tampoco. Yo me sentí como que el tipo me había utilizado. Mano de obra gratis. El tipo se debió haber ahorrado un dineral en mano de obra. Ahora si que estaba arrecho pero como el carajo era un "pico de oro" no lo iría a confrontar porque seguro me vaciaba como lo hizo en la universidad. La siguiente semana me llamó y me dijo que estuviera en su casa el próximo sábado a las 7:00 pm en punto y que por favor no lo llamara más. Ya la verdad es que la vaina me molestó aún más. ¿Qué tipo de gente es este tipo vale? Te utiliza, no te contesta, después te llama ¿y cual es la vaina de que hay que llegar "en punto"? Bueno, la vaina no me gustó mucho pero ese sábado fuimos mi esposa y yo a su casa, pero llegamos media hora tarde. Entramos a su casa y el tipo estaba furioso conmigo por la tardanza. Una vez en su sala vimos a otras personas allí, nos presentó a todos los invitados y me llamó mucho la atención un tipo joven vestido de cura que resultó ser un rumano que es sacerdote católico. Había como 15 personas, todos gringos menos el rumano, mi esposa y yo. La conversación otra vez fue extraña, que si Dios y la Biblia. Hablaron del "propósito de Dios para con cada uno de nosotros". Lo extraño es que fueron hablando de cada uno de nosotros uno por uno hasta que llegaron a mi. En ese momento todo el mundo que habían estado mas o menos callados me dijeron que yo no podía seguir en Estados Unidos, que mi propósito era regresar a Venezuela, el cura rumano fue muy enfático en el asunto y me dijo que luego de regresar a Venezuela viajaría a Colombia y que allí conocería a Dios. Colombia será muy importante en tu vida futura, Colombia estará presente en tu vida. La verdad no le paré mucho a lo que dijeron. Lo que sí me impresionó es cuando Arístides nos dijo que esta sería la última vez que estaríamos en su casa. ¿El tornillo otra vez? Que buena vaina con este tipo vale. Arístides dijo que hacía solo unos tres meses atrás se le había diagnosticado cáncer terminal, que los médicos le habían dado como máximo tres meses de vida y que de esa noche en adelante su vida estaba en sobre tiempo, que nos volveríamos a ver una vez más pero individualmente. Por favor no me llamen, no vengan, no me molesten. Oren por mi espíritu. Luego se volteó hacia mi esposa y yo y nos dijo en español: "Luchen, no decaigan, Dios tiene un propósito con Venezuela, pero hay que buscarlo, construirlo, obtenerlo. Por Dios les pido que no dejen a mi país que siga como está, deben salvarlo, deben hacer que Venezuela cumpla su propósito. Ustedes deben regresar a Venezuela. Aquí no hacen nada, aquí están en contra del propósito de Dios. Marcos, tu debes regresar a Venezuela y luego ir a Colombia. La salvación de Venezuela esta en Colombia." Luego continuó hablando en inglés y me dio las gracias por haberle ayudado a construir el gazebo, que era un regalo que él le había querido dar a su esposa, una sitio romántico donde sentarse a ver el amanecer y el ocaso por el resto de los días que le quedaban. Otra vez nos corrió a todos fuera de su casa.

Lloré muchísimo, pero entendí a Arístides. El tiempo pasó, las semanas pasaron y así transcurrieron dos meses sin saber nada de ninguno de ellos cuando recibí una llamada de Susan hija quien me habló en inglés y me dijo que su padre le había encomendado llamarme. Me dijo que su padre estaba repartiendo sus bienes, su herencia y que yo recibiría una herencia de él. Me dijo que fuera esa misma tarde al hospital tal, habitación número tal, a las 3:30 pm en punto y que disponía de solo 15 minutos, que por favor cumpliera a cabalidad con mi horario. Salí de mi casa a la 1:30 pm y llegué al hostipal a las 2:00 pm. En la hora y media que esperé vi entrar a exactamente 5 personas del grupo que había estado en su casa la otra noche. Todo el mundo entraba a la hora exacta y salía unos segundos antes de vencerse su tiempo. Por fin me tocó a mi cuando el tiempo se detuvo. Esos 14 minutos y 50 segundos fueron eternos para mí. Arístides me dijo que en su vida su mas grande tesoro era la Epístola Universal de Santiago, la cual él había recibido de un hombre una vez en la forma de herencia y que de la misma forma él me la dejaba a mí como su herencia más preciada. Cuida su palabra y llévala en tu corazón, Santiago resume de manera muy clara y precisa el mensaje de Dios. Luego sacó un librito de debajo de las sábanas y me lo dio. Al voltearse para sacar el libro vi que las sábanas estaban manchadas de sangre que le salía del recto. Promete que tú a tu vez lo entregarás en herencia más adelante. -Lo prometo.- Venezuela, no olvides a mi Venezuela. Vuelve allá y trabaja por cambiarla, nunca dejes que nadie hable mal de nuestro país ni de nuestra gente, convierte al venezolano en un hombre de justicia, dignidad y honor. Dios, ética, democracia. Fue un verdadero placer conocerte y doy gracias a Dios que me puso un paisano en mi camino, yo sabía de ti, sabía que venias y que te tenía que ayudar, lo que no sabía era que eras venezolano. Salúdame a tu esposa. Ahora dame un abrazo. Le abracé y le di un beso en el cachete y le di las gracias. En ese momento el tiempo brincó y Susan hija me hizo la seña. No miré atrás. Salí disparado de la puerta y del corredor directo al elevador. Fue muy difícil llegar a casa por las lágrimas que no me dejaban ver. Por fin llegué y entre lágrimas le conté a mi esposa lo sucedido. Ahora lo entendía todo. pasaron tres horas o cuatro y sonó el teléfono, Susan hija otra vez. Me dijo, papá acaba de morir. Murió en paz, te recordó con cariño y dio muchas gracias a Dios por ti. Su funeral será mañana en la funeraria tal, la que está en la calle tal. Por favor no faltes. Al día siguiente fui a su funeral y estaba allí hablando un amigo venezolano que no alcanzó a llegar a tiempo.

A Susan hija la vi varias veces mas antes de regresar a Venezuela. Susan se había casado con un turco de nombre Engin. Se fue a Turquía donde me dice que pasaba el tiempo jugando baraja española con unas españolas que vivían allí. Su matrimonio como que no caminó muy bien y se regresó a Tampa sola y divorciada. Yo regresé a Venezuela y al poco tiempo de mi regreso me divorcié. Luego conocí a Xiomara, una muchacha larense de padres colombianos, hoy estamos felízmente casados y tenemos 2 hijos. Ella nuestros hijos y yo fuimos a Colombia y vivimos allí un tiempo. Mis hijos, Xiomara y yo adquirimos todos la nacionalidad colombiana y fue allí donde encontramos al Señor tal como me lo habían dicho, pero esa es otra historia que les contaré en otra ocasión.

En dos oportunidades Xiomara y yo hemos ido a Tampa, de hecho allí nos casamos. Fui en ambas oportunidades a la casa de la familia Acosta pero no conseguimos a nadie, la casa estaba habitada, no se si por la misma familia, pero nadie respondió. El gazebo, un poco más viejo estaba todavía allí. Arístides murió hace casi 25 años.

Marcos Sánchez Urquiola