jueves, 5 de febrero de 2009

IGNACIO EL BREVE

Dedicado a Juan Carlos Alvarado. “La justicia tarda, pero llega.”

Estando mi hermano Toño, mi novia de entonces y yo estudiando en la universidad en la ciudad estadounidense de Saint Petersburg, Florida, nos sucedió este cuento real que quiero compartir con ustedes. Resulta que nosotros tres vivíamos en un apartamento alquilado de dos habitaciones muy cerca de la universidad en un complejo de apartamentos llamado Brandywine, frente al Tyrone Mall sobre el Tyrone Boulevard. El lugar era muy céntrico aunque el apartamento era algo pequeño. Toño dormía en una habitación y mi novia y yo en la otra. Entre todos compartíamos la limpieza y preparábamos las comidas y nos conllevábamos como una familia muy unida. Cuando ya estábamos por comenzar las vacaciones de verano, Toño recibe una llamada de Barquisimeto de un ex compañero de estudios de él del colegio La Salle que quería venir a pasar unos breves días con nosotros; como era primera vez que tendríamos invitados en el apartamento, Toño nos consultó a mi novia y a mi si no había problema en recibir a su amigo por dos semanas en el apartamento durante las vacaciones. “No claro que no” fue nuestra respuesta, “se puede quedar contigo en tu habitación.” Pero a Toño no le gustó mucho esta última sugerencia y dijo “No, mejor se queda en el sofá de la sala porque mi novia me viene a visitar de vez en cuando y necesito mi privacidad.” “Claro, si, no hay problema, está bien. Se queda en el sofá entonces.”

Dos semanas después Toño me pregunta si puede utilizar el vehículo para ir al aeropuerto de Tampa a buscar a su amigo. “Claro, ve y búscalo; tranquilo.” Cuando llegó Ignacio a la casa, la verdad me dio mucho gusto verle de nuevo después de 3 años que tenía que no lo veía. Ignacio estudió con Toño desde primaria y como yo solo le llevo a Toño dos años, yo también conocía a Ignacio desde esos tiempos en La Salle. La llegada de Ignacio fue bienvenida junto con la llegada del verano y de las vacaciones; yo recién había comprado un pequeño botecito velero para tres personas, así que la oportunidad fue ideal para irnos a los parques de diversiones y a la playa a disfrutar las vacaciones. Esos 14 días se nos fueron muy rápido; el reino Mágico de Walt Disney World, Sea World, Busch Gardens, los centros comerciales y paseos por Tampa, Saint Petersburg, Clearwater, Lakeland y Orlando se llevaron como 10 de esos días, pero la playa era lo que yo esperaba con ansiedad para poder estrenar mi Snark Shark el pequeño velero. Los primeros dos días fueron de aprendizaje más que todo pegados a la orilla de la playa, pero ya para el tercer día que fuimos a la playa del parque nacional De Soto, quisimos ir a una islita que queda como a 300 metros de la playa. El barco era solo para tres personas, pero nadie se quería quedar a esperar así que todos nos montamos en el barquito y enfilamos rumbo hacia la isla. El pequeño velerito navegaba muy pesado y con la línea del agua muy alta, ya faltando casi 50 metros para llegar a la isla, el viento amainó y nos quedamos varados allí mucho tiempo esperando por el viento entonces le pregunté a mi novia, quien ya había aprendido también las nociones básicas de la navegación a vela si ella podía llevar el velero a la isla cuando llegara el viento y sin mas ni mas me tiré al agua para nadar lo poco que faltaba hasta la isla, Toño se tiró al agua también e igual hizo Ignacio. En camino a la isla nadando los tres, sentimos en el agua a un animal muy grande y aletas revoloteando con mucha fuerza. El agua era muy cristalina y cuando miro a ver que era veo a tres delfines nadando junto a nosotros. Cuando uno va por la autopista cruzando el puente Howard Franklin desde Saint Petersburg hacia Tampa uno ve a los delfines salvajes saltando muy cerquita del puente y se ven tan bonitos y chiquitos, pero nadar con ellos, eso es otro cuento; a una corta distancia se ven gigantescos y muy gordos. La fuerza con la que accionan su aleta de impulso es impresionante. En ese momento uno no se acuerda de hermanos ni amigos ni nada, uno lo que quiere es llegar a la orilla y alejarse del agua lo mas lejos posible. Cuando llegamos a la orilla, la gente que estaba en la isla notaron que los delfines nadaban con nosotros y estaban todos esperando para felicitarnos, pero en cuanto los pies tocaron tierra la carrera no paró sino a 50 metros del otro lado de la orilla, isla adentro.

La estadía de Ignacio había sido en todo muy placentera, así que el día trece un día antes de su partida, Ignacio nos dice que la ha pasado tan bien que no se quiere ir y que ha cambiado su fecha de regreso para siete días después. “¡Oye que bueno!” Esos siete días fueron exclusivamente de playa. Nos levantábamos a media mañana y preparábamos la comida entre nosotros tres porque Ignacio no sabía cocinar. La comida la comprábamos nosotros porque Ignacio no había traído suficiente plata para ayudarnos con la comida, según Toño. Tomábamos un almuerzo temprano y a la playa. La cena era el mismo cuento. Nosotros tres preparábamos y Ignacio solo se sentaba a comer. Esos siete días volaron igual de rápido y llega de nuevo el día antes de la partida de Ignacio, pero ese día Toño y él salieron juntos no se donde en el carro y cuando regresaron ya nosotros estábamos dormidos. Al día siguiente, se van los dos en el carro tempranito y bueno, a lo mejor se fue Ignacio y no le dio oportunidad de despedirse. Cual es mi sorpresa cuando a la noche del día en que supuestamente Ignacio tomaba el vuelo de regreso a Venezuela, se aparece Toño con Ignacio en el apartamento de nuevo “¿Y que haces tú aquí, no era hoy el vuelo?” “Si, pero lo cambié otra vez porque me llegó visita” dijo Ignacio. ¿Visita? En eso me llamó Toño a parte para hablar conmigo a solas. Allí me dijo que lo que pasaba era que su novia lo había venido a visitar desde Venezuela y que ella se quedaría con nosotros unos días y luego regresarían los dos, pero que Ignacio había hablado con él para pedirme un favor. “¿Y qué será el favor?” Bueno, lo que pasa es que la novia de Ignacio está allá afuera en el carro esperando. “¿Esperando qué?” Lo que pasa, me dice Toño, es que ella es muy penosa y no quiere que nadie la vea. “¿Qué? ¿Y donde se va a quedar? ¿Aquí? Pero ¿adonde aquí en tu habitación? ¿ustedes tres? Coño no será muy penosa entonces.” No, lo que pasa, responde Toño es que yo les di mi habitación para que duerman ellos ahí y yo voy a dormir en el sofá de la sala. Mi novia y yo le dijimos a Toño que a nosotros no nos parecía la cosa y que no se podían quedar en casa que vieran a ver como resolvían pero que ya estaba bueno, ya habíamos recibido a Ignacio durante varios días, sin aportar nada para el alquiler, para la gasolina ni para la comida, no cocinaba y hubo que prepararle la comida y ahora ¿te va a quitar su habitación? No, eso es un abuso. Oye pero la muchacha acaba de llegar del aeropuerto, ni siquiera se ha bajado del carro, debe estar cansada. Bueno esta bien, pero de ahora en adelante ese paquete es tuyo Toño, tu veras como le haces.

De allí en adelante mi novia y yo salíamos solos en el carro y pasábamos todo el día fuera de casa, pero la intriga de la novia de Ignacio seguía sin descubrirse. Cuando mi novia y yo salíamos del apartamento, ellos todavía no habían salido de su habitación y cuando llegábamos ya ellos estaban encerrados en la habitación de nuevo. Más que un viaje para ellos me imagino que era una luna de miel. Así pasaron dos semanas más hasta que llegamos a casa y nos dimos cuenta que ya los mercados no duran el mes completo y no hay nada que comer. Vamos al supermercado y compramos otro mes de víveres los cuales en dos semanas más habían desaparecido. Un mes entero pasó hasta que por fin descubrimos quien era la novia secreta de Ignacio aún teniéndola durmiendo al lado de nuestra habitación, usando el mismo baño y comiéndose la comida nuestra. Un día mi novia y yo paseando por el centro comercial cercano a casa el Tyrone Mall nos conseguimos de frente a Ignacio y a Jimena. ¡Claro ya sé por qué no se dejaba ver! Jimena era compañera de estudios de Toño y de Ignacio y yo también la conocía desde primaria. Sin embargo cuando me vio de frente, se hizo la desentendida, dio media vuelta y se metió en la primera tienda que consiguió.

Otra semana pasó y ya las relaciones entre mi novia y yo con Toño estaban un poco tensas. Toño durmiendo en el sofá, sin poder recibir las visitas de su novia, la comida gastándose muy rápido, Toño cocinando para él, Ignacio y la novia, y en dos semanas más comienzan las clases de nuevo. Para colmo Jimena estaba todavía de incógnita aún cuando ya todos sabíamos que era ella la que nos mantenía a mi novia y mí despiertos todas las noches en la habitación de al lado con una brillante descripción de cómo los gemidos y una respiración hiperventilada son la antesala a una multitud de orgasmos seguidos uno detrás del otro. Lo que más nos causaba risa eran las instrucciones muy precisas que Jimena daba a Ignacio en sus incursiones anales. No dejaban nada para la imaginación, todo estaba allí descrito en lujo de detalles. Yo nunca supe si la pena de Jimena era porque yo la conocía del colegio o porque no conocía sus gustos sexuales.

Hablamos con Toño y le dijimos “Mira ya esta bueno, ya es hora de que se vayan.” Si no se lo dices tu, se lo decimos nosotros, pero ya las clases van a comenzar, ya esta bueno. Toño, siendo el amigo y diplomático de siempre, me dijo que le diera un tiempito. Cuando ya comenzaron las clases ya mi novia estaba harta y yo también y llamamos a Ignacio para decirle que ya estaba bueno, que ya había exprimido su bienvenida al punto de convertirla en una malavenida. Ignacio nos dijo que nosotros teníamos razón, que perdonara el abuso y que él nos pagaría 1.000 dólares por concepto de la comida y el alquiler de los 3 meses y medio que ya llevaba en casa con nosotros. ¿Y cómo vas a pagar ese dinero si tú no tienes plata? “Es que mi familia me mandó dinero y mañana lo tengo que ir a buscar, por eso te voy a pedir el favor de que le prestes el carro a Toño para que me lleve a Tampa mañana a buscar la plata.” Bueno, ya que el hombre está reconociendo que nos ha causado una perdida económica a nosotros que no podíamos trabajar y que éramos estudiantes, acepte lo de la promesa de pago y lo del viaje a Tampa al siguiente día. Ese día mi novia y yo caminamos a la universidad mientras Toño, Ignacio y Jimena iban a Tampa a buscar la plata. En la tarde cuando llegamos de clases ya Toño y Ignacio estaban en casa y para mi sorpresa Jimena estaba en la sala sentada en el sofá. Entramos en la casa y Jimena nos saludo a mi novia y a mí como si nos hubiese visto a la mañana, lo extraño es que veo que mi habitación tenía la puerta abierta y la estaba luz encendida. Mi novia que fue a la cocina y tiene una vista más directa de nuestra habitación mira dentro de ella y luego me mira a mí diciéndome algo con la mirada que no puedo entender pero que sea lo que sea esta dentro de nuestra habitación. Cuando traté de decidir si moverme a ver por mi mismo dentro de la habitación o a pedirle a Dios que no me fuera a meter otro palazo, las dudas quedaron totalmente despejadas, de mi habitación salió la mamá de Ignacio. ¡Coño! La mamá me saludó, luego Toño le presentó a mi novia y después ella nos dijo que nos agradecía mucho por dejarla utilizar nuestra habitación. Cuando Ignacio vio que a mi novia se le dispararon los tapones y que ya estaba a un nanosegundo de explotar y de sacarlos a los tres a patadas del apartamento, en una reacción admirable en tiempo y en espacio Ignacio fue prácticamente teletransportado porque al mismo momento desapareció de una punta de la sala al mismo momento que aparecía en la otra, agarró a mi novia por un brazo y la sacó al pasillo. A mi la sangre me da mucha impresión y siempre me desmayo cuando la veo, por eso dudé mucho en salir detrás de ellos al pasillo, los pies no me daban; lo que esperaba ver afuera no iba a ser agradable. Pero por fin salí y ví a Ignacio esquivando golpes de una manera que yo debería aprender porque seguro que en ese entierro yo tenía mi vela segura. “¡Por favor es mi mamá!” decía. Yo lo único que alcancé a decirle a Ignacio fue “ve allí adentro y busca la plata que prometiste” “Tranquilo, tranquilo, no te preocupes que eso esta seguro. Ya mi mamá sabe que eso es para ustedes.”

Ahora estaban Ignacio y Jimena en la habitación de Toño, la vieja en la habitación mía y nosotros tres; Toño, mi novia y yo durmiendo en la sala. Mi novia en el sofá y como unos mismos pendejos Toño y yo en el piso. Esa noche ninguno de nosotros pudimos dormir de la rabia y de la impotencia. Al día siguiente cuando llegamos de clases mi novia agarró los peroles de la vieja y los puso en la sala y le dijo a Toño “Si quiere que duerma en la sala, si no que se vaya para el carajo la vieja esa.” Al rato llegaron ellos y Ignacio al ver los peroles de la vieja en la sala nos dijo que al siguiente día sería el cumpleaños de su mamá y que ella nos invitaba a ir a un restaurante en la esquina de la cuadra, frente al Tyrone Mall a comer y a celebrar su cumpleaños. Mi novia no dijo nada sino que se encerró en la habitación. La vieja y Jimena durmieron en la cama de Toño mientras que él y Ignacio durmieron en la sala, Ignacio en el suelo. Temprano en la mañana antes de salir para clases, les dijimos a nuestros ‘invitados’ que no podrían quedarse durante el día en la casa. “Ah, bueno estaremos en el centro comercial y nos vemos a la tarde entonces como a las 7 de la noche en el restaurante para lo del cumpleaños.”

Yo la verdad no quise ni decir nada en todo el día pero ya acercándose las 7 de la noche me llegó la luz de repente y le dije a mi novia y a Toño: “Vamos a ir, pero harémos lo siguiente: llevamos una torta para la vieja, cuando entremos al restaurante le entregamos la torta al mesero para que la guarde para el final. Se le dice al mesero que es para el cumpleaños de la vieja y de paso se le dice que las cuentas son separadas. Cuando ya hayamos comido y estemos esperando la torta, yo me paro y voy y le cancelo al mesero lo que nosotros tres hemos consumido y le pido mi recibo sin que nadie me vea. Una vez que haya cancelado yo les hago señas a ustedes y nos vamos y los dejamos a ellos ahí esperando la torta.” Así hicimos y esa noche Ignacio estuvo espléndido, pidió para todos los platos más caros. Cuando se llegó la hora de la torta, me paro de la mesa con la excusa de decirle al mesero que traiga la torta, hablo con él, cancelo y pido mi recibo. Toño y mi novia dijeron que necesitaban ir al baño. Todos nos conseguimos en el estacionamiento y volamos a la casa. Mientras estábamos recogiendo las maletas de Jimena, Ignacio y la vieja sonó el teléfono. Era del restaurante llamando para decirnos que Ignacio les había dado el teléfono nuestro, que el gerente del restaurante necesitaba que regresáramos allí porque tenía que hablar con nosotros urgentemente. “¿Y qué será esa urgencia?” le pregunté yo y me dijeron que era porque las tres personas que estaban allí no habían cancelado la cuenta y que decían que no tenían dinero para cancelar y que ustedes eran los que cancelarían la cuenta. “Pues dígale al gerente del restaurante que si quiere que llame a la policía que nosotros no tenemos nada que ver con eso y que nosotros sí cancelamos nuestra cuenta y que tengo el recibo para probarlo, así que arregle ese problema como mejor le parezca.” Agarramos las maletas de los tres y las dejamos en el apartamento de Gustavo Aguilera, un caraqueño que vivía como a tres apartamentos del nuestro y le dejamos a los visitantes una nota en la puerta nuestra diciendo que las maletas estaban en el apartamento número 94. Como Gustavo era un catire ojos verdes, le dije a Gustavo “mira pana, cuando llegue esta gente a buscar estas maletas ni se te ocurra hablarles en español, tu te haces el gringo y digan lo que digan no le hagas saber que los entiendes.” Luego agarramos los tres, mi novia Toño y yo y nos fuimos a Lakeland a quedarnos casa de unos amigos por el fin de semana. El domingo en la noche cuando regresamos a Saint Petersburg, pasamos por el apartamento de Gustavo y le pregunté “Epa chamo ¿y vino la gente a buscar las maletas?” Recuerdo mucho la expresión de Gustavo “Coño ¿qué les hiciste tu a esa gente pana? Estaban arrechísimos.”

Seguimos al apartamento y cuando abrimos la puerta no lo podíamos creer: tres meses y medio duró la visita de Ignacio y se trajo a la novia y encima a la mamá, pero por fin ya estábamos solos, sin visitantes; gracias a Dios ya salimos de eso. ¡Que pesadilla! En eso suena el teléfono y yo lo agarro: “Aló” dice la voz del otro lado. Coño debe ser Ignacio no joda, llamando. “¿Ignacio?” Respondo. “No, es Juan Carlos Alvarado ¿Con quién hablo? ¿Antonio? ¿Marcos? Es Juan Carlos de Barquisimeto, de La Salle, el que estudió con Antonio. ¿Sabes quién es?” Y yo le respondo: “Si ya sé quien es, ¿Cómo estas Juan Carlos? ¿Y eso que nos estás llamando?” “Es que estoy aquí en Tampa pana, estoy llegando ahorita de Venezuela y quiero saber si están en casa para irlos a visitar por allá.” No joda estas bien equivocado pana, para acá no vienes tú ni mas nadie, no seas tú tan pendejo no joda, y le colgué.

Final del cuento:
La verdad no se que pasó con Ignacio, su mamá y Jimena. Me conseguí a Ignacio como 23 años después en Barquisimeto en una sala de espera. Como él y yo eramos los unicos allí no le quedó mas remedio que saludarme y nada más. Luego vi por el periódico que había abierto un restaurante en Barquisimeto. ¿Entonces si sabía cocinar el coño de madre?

Hace apenas unos 6 meses atrás, después de tener 28 años sin saber nada de Juan Carlos Alvarado, recibo un mensaje en el Facebook de él donde me dice casi lo mismo que me dijo la última vez que hablamos “Hola es Juan Carlos Alvarado de La Salle. ¿Te acuerdas de mí? El mensaje era para que lo aceptara como amigo. Inmediatamente que lo acepté procedí a contarle este mismo cuento que ahora comparto con ustedes en mucho más detalle y luego de ello le ofrecí mis mas sentidas disculpas por la forma en que me comporte con él en la ocasión de su llamada. Su respuesta, rebosante de humildad y compañerismo por fin me quitaron un inmenso peso de encima porque no tan solo aceptó mis disculpas sino que me ofreció su renovada amistad la cual cuido y conservo.

lunes, 2 de febrero de 2009

El Guante

Anoche fue la fiesta de los 15 años de mi única sobrina María Fernanda, hija de mi hermano Fernando. Fue una fiesta muy bonita y en la mesa donde estábamos sentados con mis padres, me tocó a mi servir los whiskies toda la noche. Papá anoche le puso especial énfasis a lo de los whiskies y ya para la mitad de la velada el alcohol le había pegado. Cuando estábamos ya por irnos, mi mamá me llamó para que me sentara al lado de papá porque se estaba quedando dormido y se tambaleaba en su asiento así que mi trabajo era mantenerle el balance y cuidar que no se cayera. Cuando por fin terminó la fiesta y apagaron la música por fin pude entender lo que papá tenía ya como media hora balbuceando, estaba cantando "Mi Buenos Aires Querido" mientras se miraba los pies. Levantaba un pie, le daba vuelta, luego levantaba el otro y luego volvía a empezar. Ya sin música me dijo que él había ido a la zapatería "El Guante" en Buenos Aires con su mamá en 1.956 y había comprado 2 pares de zapatos del mismo modelo, un mocasin negro de suela. Y me dijo que en esta última visita a Buenos Aires había ido a la Zapatería "El Guante" y se había comprado dos pares de mocasines negros de suela del mismo modelo que había comprado hace 54 años atrás. Papá dijo que había hablado con el gerente de la tienda y le contó que él había comprado el mismo modelo de zapato en esa misma zapatería hacía 54 años. El gerente le explicó que hacía mucho tiempo que esa empresa donde él había comprado los zapatos 54 años atrás había desaparecido y otra empresa había estado operando en el mismo local comercial, pero que desde hacía 4 meses la familia de la empresa original habían reactivado la zapatería y que en efecto los dos pares de zapatos que ahora estaba comprando eran de la misma empresa.

Eso era lo que hacía papá mirandose los pies, se veia sus zapatos "El Guante", el mismo modelo que hacía 54 años. Luego me dijo papá que estaba muy contento, de hecho tenía los ojos llenos de lágrimas, porque haber estado de nuevo en Argentina era como volver a casa y eso lo repitió varias veces. Me dijo "Estuve donde Carli y era como estar en casa otra vez, luego donde Manolo y era mi casa, después estuvimos una semana en Santa Clara en una casa de verano alquilada y esa era mi casa." Me dijo: "mis amigos me trataban con tanto cariño, con tanto amor, los muchachos de la escuela que me dieron la placa yo no los conocía pero son mis compañeros, son mi familia; me sentí tan a gusto por solo un instante entre ellos."

Esta historia real que sucedió anoche a tan solo unas horas de este momento en que la escribo, me llena a mi personalmente de emociones porque anoche mismo en una fiesta junto con toda mi familia recordé mi niñez y las historias de Argentina que contaba mi papá y mi abuela, todo lo que aprendí y de como yo dejaba volar mi imaginación para pintar en mi mente las escenas que papá y la abuela me describían. Ahora la cosa es muy diferente, ahora en casa las historias de Argentina vienen de todas partes, de mis hermanos Antonio y María, de mi cuñada y de 4 sobrinos y cada uno tiene un cuento nuevo que compartír conmigo. Anoche mismo mi sobrino Armando me dijo "tío, yo me bañe en el mar en Santa Clara con un agua a 6 grados". Andrés me dijo: "tío había una señora en una bodega en Santa Clara donde comprábamos que todos los días me preguntaba (y lo dice en acento argentino) ¿Y ya fueron a la playa, conocieron la playa?" (Andrés se la pasó toda la noche jodiendo con el acento argentino y repitiendo ¿Y ya fueron a la playa, conocieron la playa?) y Alejandro por su lado: "tío un subte todo de madera, solo madera. Allá le dicen subte al metro, tío". Como ustedes saben yo nunca he estado en Argentina pero ahora tengo muchos mas contadores de cuentos de Argentina, ahora tengo muchísimas mas fotos que las 3 o 4 que tuve en mi niñez, ahora tengo amigos argentinos con los que me comunico y hablo de manera frecuente. La imagen de Argentina es ahora mucho mas precisa en mi mente y los detalles impresionantes.