viernes, 2 de noviembre de 2007

Ana Soto y el Baile de las Turas.

La ecología, la ciencia y la religión son temas muy diferentes a nuestro parecer occidental. Para nosotros nada tiene que ver el cuidado del médio ambiente, la agricultura y el acercamiento a los poderes creadores del universo. Sin embargo en la Venezuela de los años mil seiscientos, los pobladores originales de este país conjugaban estos tres conceptos en uno solo.

Para el momento de la llegada de los españoles a las tierras al norte del estado Lara, sur de Falcón, en las cercanias a Churuguara, habitaban allí las tribus indígenas de los "Gayones" y "Cámagos". Como fue el común denominador en todo este proceso en la América, los pobladores originales vieron amenazada su forma de vida, su libertad y su prole. La vía obvia fue tomar las armas, la defensa militar de su modo de vida y de sus tierras. Esta fue una pelea asimétrica que no tardo mucho en manifestar su inclinación.

Debido a la cultura misma de los indios y en vista de la disminución de la población masculina, son las mujeres las que toman el cacicazgo de sus tribus y continúan llevando a cabo la guerra armada en contra del invasor. Ana Soto es una indígena que llega a convertirse en cacique de su grupo por estas razones. Su verdadero nombre indigena se perdió en el silencio y el verdor del pie de sierra, pero su eco retumba hasta hoy día en su descendencia. Lo oimos frecuentemente, pero ya no lo entendemos. A ella le fue dado ese nombre por los españoles para poder nombrar de alguna forma a ese espanto cuasi real que causó tantas bajas del lado español. Nosotros, no recibimos nombres españoles para poder nombrarnos de alguna forma. Somos, no se si para desgracia o virtud de Ana Soto, descendientes del enemigo. En nuestros nombres y rasgos se manifiestan características viscaínas, asturianas, catalanas o de algún otro rincón de Iberia.

Ante el genocidio de su pueblo y la evidente pérdida de sus tierras, Ana Soto tiene un dilema: ¿Cómo hacer para sobrevivir? ¿Cómo comemos? ¿Cómo mantenemos armonía en nuestro espíritu?

Cuenta un tal capitan Ramírez y así ha quedado asentado en el Archivo de Indias, que Ana Soto era el demonio en pintura. De hecho, nadie había visto a Ana Soto y se pensaba que su figura no era mas que una leyenda. Leyenda que los mismos españoles se obligaron a creer puesto que las matanzas producidas por ella y su gente eran verdaderamente dignas de un animal de acecho. Ana liderizaba un grupo grande, disipado y muy bien entrenado; motivado diría yo. En el pensamiento civil-religioso del tiempo de la inquisición, no es difícil imaginar el concepto que el tal capitan Ramírez se formo de Ana Soto. El capitan describe a la india como "un espanto que se fuga entre los matorrales para desaparecer entre ellos como cosa del demonio. No se le puede seguir el rastro porque no deja".

"Hay que asegurar el maíz", es el alma del pueblo, pensó Ana Soto. Resulta que antes de la llegada del invasor, los guayones y cámagos tenían la costumbre de asegurar la cocecha del maíz a través de un baile de gracias. En ese baile, ellos daban gracias al poder creador, pedían bendición por la siembra y científicamente (a su pensar) se libraban de plagas, lluvias y vientos. Se adornaban las extremidades con mazorcas amarradas por las hojas, se adornaban la cabeza y la cintura y bailaban. Ana Soto vió la imperante necesidad de salvaguardar el futuro de su pueblo y paralelamente al esfuerzo bélico, puso en marcha un plan científico-religioso para asegurarse de ello. Escogió un punado de mujeres y en las noches sin luna se adentraba en la sierra, lejos de los suyos y de los otros y allí bailaban el "BAILE DE LAS TURAS". La mágia de las turas todavía existe hoy día; en la oscuridad de la noche bajan de más arriba los duendes con cocuyos encendidos. El baile de las turas se baila en el presente en el norte del estado Lara, de la misma forma en que se bailó allí hace quinientos años. Ana Soto estuvo en lo correcto, el baile preservó a su gente.

Toda esta historia la supe del profesor Páez, el gordo Páez. Pedagogo, cantante, poeta y director de la oficina de libros de texto del ministerio de educación seccional Lara quien estaba en ese momento preparando un libro de historietas al mejor estilo de los Marvel Comics sobre la vida de la heroína Ana Soto. El profesor Páez me mostró el proyecto y fotocopias del diario del capitan que forma parte del archivo de indias acerca del asunto Ana Soto.

El conocimiento de esta historia coincidio con un sueño muy extraño que tuve por esos días. Soñé que mi abuelita Georgina de Urquiola estaba sentada en un sillón madera y cuero negro que ella tenía en el recibo de su casa. Mi abuela era una mujer pequeña y delgada de cabellos muy lisos y al final de sus días comenzó a sufrir de un mal que hinchaba sus muñecas, razón por la cual siempre llevaba sus puños cerrados como aguantando el dolor que le causaba. En mi sueño las manos de Gina, como cariñósamente la llamábamos, estaban sobre el grueso posamanos del sillón y yo la miraba hacia arriba como acostado en el piso a sus pies. De pronto la cara de Gina de volvió extraña y se comenzó a tornar mas gruesa y con unos ojos grandes y penetrantes. Me incorporé en ese momento en mi sueño y ví como las manos de Gina se convertían en garras. Al volver a ver su cara ya no estaba allí la cara de mi abuela, era un jaguar completamente. No tuve miedo pues algo me dijo que aunque esto era ahora un jaguar, todavía era mi abuela. El jaguar se hechó junto al sillón y yo me senté en él. Ese fue mi sueño. Extraño y sin aparente significado. No pude deshacerme del sueño, sin embargo. Su extraña naturaleza se fijó en mi, precisamente por lo ilógico de su desarrollo.

Dice el archivo de indias que Ana Soto si fue una mujer real y que se casó posteriormente y tuvo descendencia. El nombre de su esposo era "PEDRO MONGES" natural de la población de Mucuragua y según dice el capitan Ramírez en el archivo de indias, "Monges es un espanto igual que su mujer y se cree que se convierte en jaguar".

Notas del autor:

  • El nombre de soltera de mi abuela materna era Georgina Guarecuco Monges y era natural de Mucuragua, una pequeña población al norte del estado Lara. Gina era descendiente de Ana Soto y Pedro Monges.

Marcos Sánchez Urquiola
Febrero, 2.002

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Marcos:
MIra que alegria encontrate por aqui.
Lindos tus relatos
Un abrazo desde Canada
Charlie Chamorro
ex-alumno de La Nica